jueves, 13 de septiembre de 2007

Una Doña Petrona, resulté




Una vez establecida la morfología de lo que buscamos, procedemos cada uno de nosotros a rellenar esos huecos de vacío que parecen inconmensurables con sustancias que alberga nuestro ser pero que preferimos extraer de otros envases.
Y entonces empieza esa cosa de ir y venir, de patinar, de girar y vuelta entera, y media vuelta para ir emparejando, para convencernos de que estamos próximos a la perfección y que ésta lleva el tono de lo prolijamente dispuesto. Y giro de nuevo y esta vez coronación.
Aliviados del proceso, conformes con los logros; premeditamos una vez más el objetivo inicial (aún lejano pero ya más que conocido) analizando la posibilidad de dejarlo todo en la patina perfecta que hemos conseguido.
Hay que seguir. Y zarandeo de allí, y que ajetreo por allá porque algo nuevo acaba de caer en el juego y es necesario que una vez más nos acerquemos tanto al centro como a los bordes. El ser humano y esa cosmovisión egocentríca que no admite la otredad, lo distintivo y en cambio se esfuerza por abarcarlo todo para evitar el lugar suficiente en el que el otro genere su espacio. Siendo que hay tanto lugar en la vía láctea... tomemos entonces la vía láctea.
Ahora que las cosas empiezan a ponerse menos consistentes, nos asustamos, rezongamos por haber continuado con esto, cuando el final apresurado pudo llenarnos de laureles (o de dulce de leche).
Y empieza la verdadera mezcla, la mixtura de lo probable y lo necesario en un mismo recipiente, hasta obtener el punto justo o al menos la idea de lo que ello significa.
Cuarenta minutos de cocción.
El resultado puede no ser el esperado, pero mantendrá la forma en la base, lo que nos permitirá cortar, medir,quitar por donde sobra, darle allí donde esté la ausencia (qué difícil debe ser encontrar la ausencia) y rellenar y desllenar cuantas veces sea necesario hasta obtener algo decente o escatológico (siempre a merced de lo que cada uno particularmente esté buscando).
Lo que continúa es completamente innecesario de relatar y las características diversas que puede tomar el devenir del hecho escapan a la narrativa, pudiendo hacer simplemente una mención descriptiva a través del antónimo de lo que es posible.

FIN DEL BIZCOCHUELO.
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jueves, 6 de septiembre de 2007

Aromas


A veces, pero solo muy de vez en cuando, se me ocurre buscar tu olor para recordarte adentro de un frasco.