Deambulaba el tiempo como queriendo encontrarme.
En el absoluto silencio que pregonan las bocas cerradas,
yo escuchaba un murmullo de verdades que aún no se
desempolvaban.
Trazaba la historia un pequeño paréntesis en el que
cómodamente pude sostener mis viejos zapatos durante ratos más largos que los
que aconseja la ortopedia.
La ignorancia puede ser un arma peligrosa sobretodo cuando
es ella la que mide los minutos.
¿Hasta cuándo?
¿Hasta cuándo?
“Nunca Más” se oyó la
primera voz que se animaba a responderme en rebeldía.
Y aparecieron las preguntas, quijotes galopando hacia los
molinos de mi curiosidad recién levantada.
Y se lanzaron los interrogantes en vuelo sincero
quitándome los zapatos viejos,
los acomodados paréntesis,
los absolutos silencios de las bocas absolutas.
Me percibí doloroso, perdido, amargo, solitario en mi andar
de nueva historia.
Sobre la tormenta directa que significa cargar la tortura en
los agujeros biográficos,
Me ví.
Y entonces como la luz del nuevo día, también vi llegar el
renacimiento de mi propia voz.
Me envolví en las banderas,
Me abracé a mis abuelas nuevas que me hablaban del amor y de
la lucha como una misma cosa.
Me dejé acariciar la vida , los dolores y otra vez la vida
por sus manos infinitas.
Me hice libre como fruto de mi identidad.
Me ví.
Descalzo, recién nacido.