miércoles, 22 de junio de 2016

Sobre las cáscaras de verano se va siendo. (Breve reflexión hacia la nada en 27º C)

A veces, la palabra no nos alcanza. 
Porque no basta con nombrarnos vivos para estarlo. 
Ni siquiera respirar parece ser un indicio indiscutible a riesgo de iniciar con esto un debate ético que nos conduzca a re-pensar la medicina moderna y la poesía. 
Estar vivo parece ser algo bastante menos tangible (sin menospreciar la pertenencia material al Mundo de las Cosas) y sobre todo mucho menos racional de lo que por años creímos.
Estar vivo es pincharse la cara con la pelusa imperceptible del durazno y que te duela aunque no la veas. 
Estar vivo es ese instante... 
No el dolor, ni la pelusa, ni lo que se diga del durazno... Es ese instante! 
Y es entonces también el dolor y la pelusa aunque eso implique la caída de los grandes relatos sobre el durazno.
Estar vivo es dudar las ganas de hacer algo y hacerlo igual, porque hay un recuerdo de otra vida que te avisa que más allá de lo que vos crees tus verdaderas ganas, hay un futuro esperandote peinadito para sorprenderte, preparado para atravesarte un nivel más en este asunto de vivirse.
Estar vivo es poner a jugar la palabra aunque no alcance.
Es descreer de los humanos y ofrecernos en brazos sinceros de todas formas; es angustiarse hasta la existencia en nombre de la exigencia y luego soltar (que entregarse no es perderse y mucho menos abandonarse).
Y es que no sé si nacemos vivos... más bien vamos haciendonos la vida.
 Entonces allá nos andamos a los porrazos y a los abrazos con los otros vivientes que, tiempo antes o después, también se habrán de preguntar por sus pelusas.

Diciembre 2015

No hay comentarios: