viernes, 24 de agosto de 2007

Carta a mi guante extraviado

Querido guante:
Tal vez me consideres un tanto exitista o hasta fatídica, cuando escribo estás palabras a las que quizás, y con más razones que las que hay para ser cristiano, te topes en algún momento si Dios quiere. Pero tu desaparición temporal me está afectado.
Yo sé que siempre fuiste un tipo libre, que se fue e hizo lo que quiso para regresar pronto y sin saludar. Y no creas que pretendo cuartearte ni un centigramo de tu preciosa indescencia, ni de mi añorada sopresa cuando nos recontramos. Si hay algo en lo que nos parecemos demasiado, es en eso de ir y venir tan rápido (ya ves, no somos tan distintos...de hecho, y aprovecho para decirtelo, admiro y hasta me invade la envidia de que puedas ser tan azul y yo no) pero esta vez, esta vez algo me dice que va a ser diferente. Algo va a cambiar cuando vuelvas (si es que volvés, a esta altura empiezo a desconfiar hasta de la predecible sombra que me acompaña mientras camino), no sé si serás vos, o seré yo.
Acá se te extraña, loco. Tu eterno compañero de banco ya perdió la razón de ser. Te acordás ese huequito infímo que había hecho con mi uña para distinguirlos? Si lo vieras! convertido en la réplica exacta del Agujero de Ozono (y ya comienzo a vivir la experiencia del efecto invernadero), pura tristeza hermano, es eso.
¿Qué te aflije? ¿ qué te lleva a este reencuentro espiritual en búsqueda exhaustiva de la propia razón? ¿ Es porque mi mamá dice que tengo manos de pianista? No le hagas caso, por más similitudes dactilares a las de Ludwing Van, no pienso cambiarte por nada!
Vos sabés que yo te respeto. Si jamás me has impedido rascarme, ni me has hecho incómoda la exploración de ningún orificio. Ah si, eso es algo que tengo que agradecerte. No cualquiera lo deja a uno ser o hacer, sin oponer resitencia. Allí está creo, uno de los mayores problemas de la humanidad ¿ no te parece?. No quiero irme del punto, no intento deshilachar la coherencia con frases hechas. ¿No andarás deshilachado, cierto? Porque mirá que el suicidio es algo cobarde, más cobarde que encajarle una trompada a un niño siendo el campeón de peso pluma.
Imaginate vos lo que soy, que en el mismo instante dónde premeditaba la alegoría anterior, se me ocurría reemplazarte con un par de guantes gordos de boxeador profesional, sólo para darte envidia (te lo tenía que decir).
Mirá, yo no sé qué habrá pasado, no quiero pensar que has encontrado otra que te da la mano. Pero te ofrezco una tregua y que vuelvas. Si hasta te voy a permitir que me llames "Bárbara Camacho" (1) si lo encontrás necesario.
No creo haberte hecho daño, ahora que no te impregno ese olor a nicotina asqueroso, no tenés de qué quejarte. Y si el problema pasa porque me niego a llevarte a los cumpleaños de quince, deberías saber que mi hermana me obligó, que si por mi hubiera sido te venías conmigo y con los tacos, y el tapado. O mejor sin ellos.
Y si en verdad sentiste rechazo de mi parte porque no quise tocar la guitarra con vos, deberías saber que como cualquier otra persona necesito mis espacios y que el hecho de que estemos juntos, no nos obliga a respirar al unísono, a fin de cuentas, andá a saber qué hacés vos cuándo yo no te estoy mirando. A lo mejor esto último, no ayude demasiado a que regreses, pero ya
me conocés, esto de la libertad de expresión y la no represión del inconsciente que me recomendó Sigmud me imposibilitan borrar (siquiera tachar) lo antes dicho.
Espero que recapacites pronto, y que me esuches dónde quiera que te hayas metido, porque mirá que te busqué, esta vez no tuve miedo de buscar hasta encontrar, pero no estabas. Paradojas de la vida, como bien podría decir un tango.
A espera de su pronto regreso (no te tuteo porque así nos entendimos siempre mejor: usted "el guante" y yo "la de los dedos") me despido, sin antes repetirle que lo extraño y que hace frío.
Atentamente,

Bárbara Alejandra (sin dramatismos de por medio)

PD: Ya que andás por ahí fijate si encontrás "El Libro de Manuel" y mi "Naranja Mecánica". Por mis soquetes blancos ni te preocupes, son mucho menos fatales.

(1) Dícese de mi misma, cuando mi interlocutor se encuentra ofuscado. Existe una excepción a la regla, relacionada con tramiterios burocráticos. Este último caso, no se da muy a menudo.

sábado, 18 de agosto de 2007

Circunferencias, redondeles y otros.

Querer en círculos es de esas cosas que hay que dejar de hacer.
Simplemente por la razón más cicunferencial: siempre hay que multiplicar por 3, 14.
¿ Qué sentido tiene entonces modificar la gordura de un redondel si uno de sus factores será siempre el mismo aunque cambie el producto?
prefiero quererte así de amofa e infinita.
Y no me vengan con hechizos de percepción perfecta y trazado de paralelas, porque esto es un juego de líneas entrecruzadas y despiertas.
Querer en circulos es tan previsible como dormir ocho horas diarias según recomendación médica. Y no es que me oponga a las siestas y los horarios, pero cuando se trata de querer, administrar las dosis me languidece.
¿Acaso hay algo más maravilloso que la caricia inesperada, que el abrazo sin premoniciones, que el beso en la tertulia?
No voy a encapsular mis amores en un termo, no los quiero redonditos. Dejarlos libres sería reafirmar el ser y sepultar nostalgias.
Definitivamente, querer en círculos es de esas cosas que hay que dejar de hacer.

martes, 7 de agosto de 2007

Itinerario de una quimera realizable

*Hacer el mate.
*Leer.
*Replantearme la existencia.
*Cortarme las uñas.
*Quitarme el miedo a los pasos que se escuchan en la escalera.
*Perder un extremo.
*Ir a nadar.

Todas cosas que debo hacer.
Por lo pronto me duele el pulgar y eso es lo más inmediato.

sábado, 4 de agosto de 2007

Mirarte intentar pelar un durazno con las rodillas es imposible.

Mirarte intentar pelar un durazno con las rodillas es imposible. No por la acción en sí misma, sino por esa capacidad de distraer mi atención con palabras que adquiriste con los
años.
Llevando esa armadura a cuestas que te envuelve de pies a cabeza, pareciera que no hay flanco posibible (siquiera probable) por donde inmiscuirse para mirar tus muslos de cerca.
Pero ya conozco la hendija invisible por donde soplarte para desarmar el silencio y recibir la poesía.
Darte una vacuna y curarte la rabia acumulada por sintagmas de dolor pasado, que se han hecho punzada por no recibir la extradición a la nostalgia, sería lo más conveniente. Al menos, es mucho más lógico que pretender el orgasmo de un embudo.
Y obsequiarte el rechinar de una silla nueva para que la más anciana pueda desastillarse de
alegría por saber que los años no entorpecieron su semblante, para que recobres el brillo en la mirada y la blancura en los dientes podridos de odiar que ya comienzan a aflojarse pensando en la retirada.
Abrazarte con tanta fuerza que te sorprendas de mi manera de quererte.
Escucharte con tanta atención que comiences a temer mi muerte.
Necesitarte de esa forma loca que te prometen los boleros.
Salivarte los recovecos más oscuros y volverme a tu aroma.
Olfatearte las escondidas y blasfemarte los "todavía".
Golpearte en el pecho para que aprendas lo que se siente estar sin aire, para respirarte al instante desde tu cuero cabelludo.
Pintarte las sonrisas que se te escaparon en un suspiro atolondrado.
Regalarte una manzana gigante para que la cuides de los gusanos y la podredumbre de tus sábados.
Y aquí te dejo mi vergüenza, la desazón, mi ideología retratada en esa estatua y el estómago enmudecido cuando escucho tu nombre, para que veas que soy humana.
Perdoname la silla y el durazno, pero haceme embudo.