domingo, 27 de noviembre de 2011

Cuestiones.

Reinventar el aire, hacerlo respirable.
Volver al tiempo de los suspiros sin tener idea.
Permitirse las caricias al viento,
Las menos ganas de salirse corriendo.
Salirse íntegra de las condenas ya hechas.
Pensar un modo- menos grotesco- de sacudirme.
Abrazar las melodías de la mañana caliente
Aunque el sol nos descubra pegoteados.
Divertir el cuerpo en todos los estado,
Sacarse los “no debo” de encima a tirones.
Chapotear sobre las ganas de detener el paso.
Acariciar cada gota de lo nuevo que empapa.
Tararear tres veces lo mismo antes de olvidarme.
Empezar por donde haya risas.
Salpicarme de botones, para después desabrocharlos.
Querer con todo lo puesto y lo prestado.
Girar en trompo cuando asomen carnavales.
Pedir a gritos un beso si hace falta.
Alcanzar lo que está lejos sin querer adivinarlo.
Bailar cada sorpresa con su propia música.
Correrme si hace daño.
Sacarlo si molesta.
Aferrarme si es de día y son tus ojos.


Hacer la lista que recupera el espíritu.

lunes, 17 de octubre de 2011

Búsqueda.


Yo supe no ser una cara triste en todos los espejos.
¡Que me devuelvan la sonrisa!
Que me la traigan en camellos, rozando la arena.

Condénenme a no tener más el vicio de arlequín
Porque yo quise hacer de la vida, la risa
Y del tiempo una mueca suspendida.

Arrastren mi alegría como en un suplicio
-Si así fuera necesario-
Y dególlenme a carcajadas salpicando la acera.

Para que no se caigan mis palomas en vuelo,
Para que escupa mi lengua en colores,
Para que vuelva a encontrarme en todos los espejos.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Me omnipresento:
Mi nombre es Bárbara y quiero estar en todos lados.
Resulta que no se puede.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Si el naufragio
era en tu ombligo,
yo me hundía.

domingo, 17 de julio de 2011

Tengamos más que cuidado.

Se nos abalanza el mundo en un giro.
Tengamos más que cuidado:
Tengamos ojos gigantes, caricias eternas…
Tengamos más que cuidado y menos que miedo.

Que este terror ya supo ser grande.
Dolor en estalactitas.
Frío de perro solo en invierno.
Puchero de atolondrados decires cabalgando.

Se nos viene el mundo encima, corramos.
Sin volvernos para hacer muecas.
Salgamos disparados hacia delante
Que allá se ven algunos soles, confiame.

Te prometo algo en el futuro.
Caricias y ojos.
Que es más de lo que tuvimos
¿No te digo?
Tengamos más que cuidado.

jueves, 19 de mayo de 2011

Trino.

En el lenguaje, las fronteras.
Mi pelotón de desdichos atragantados te señalan.
Alto el fuego.

El manifiesto ardiendo de garganta.
No nací más que para algunas revueltas.
Lo indómito se imagina.

La verborragia estrangulante.
Mi deseo – ese monstruo impulsivo-
De poseerte en todas tus vocales.

Y el temor inmenso
de que un día se te ocurra preguntarme
a quién digo cuando canto.

lunes, 18 de abril de 2011

Será que hoy es un día de esos de pintar rayuelas.
Será que no hay más agujeros
y el tiempo no se escurre tanto.

Será que el amor se nos vuelve imbolsillable
y  hay que llevarlo todo afuera
a la vista del mundo, y los noticieros.


Será la mañana desnuda de ayer,
la cólera incontenible de no verte.
Y la culpa de extrañarte, un poco también.

Debió ser la calma que traía tu mano,
los estornudos en gris,
la pólvora en colores.

Evoco tu nombre en silencio
presa de malos entendidos, resigno las voces.
Le suspiro tres canciones
a quien desde hoy despierta mis fantasmas.

sábado, 9 de abril de 2011

Parada en la esquina, por favor.

Él era conocido en el barrio por su capacidad de subir a transportes públicos sin asientos libres y de un solo vistazo identificar al pasajero que se iba a bajar más rápido. No había colectivo, subte, ni tren que se le retobara. El tipo se subía y se paraba exactamente frente al próximo en bajar. No importaba qué tan inmerso en otra cosa estuviera el pasajero en cuestión: una lectura, alguna siesta, una charla con el del asiento de al lado. Él era infalible. La víctima se bajaba en la próxima, siempre, sin excepción, dejándole a él el asiento libre para sentarse, que jamás desaprovechaba, entre miradas infaltables de admiración y odio de sus ex compañeros de parado. De ella mucho no se sabía, la verdad es que se sabía muy poco. Pero a aquello conocido, se lo sabían todos los muchachos. La mayoría lo supo más de una vez, y era bastante común en las tardes de esquina y juegos de cartas que se conversara a cerca de quién se la sabía mejor y cuánto tiempo habían estado sabiendo. Ella sabía que a los demás les gustaba hablar de cuánto ella conocía, y que a las señoras no les caía simpático que sus maridos fueran a buscar sabiduría a otro lado, pero no le importaba lo que se dijera. Caminaba siempre igual de sabia por la vida. Se dice que una tarde en el 26 ella y él subieron en la misma parada, y él tuvo el gesto que nunca antes nadie le había visto. Cuentan que le tiró una posta, de costado y en voz baja “la del sobretodo rojo y la novelita pedorra” y hasta algunos aseguran que acompañó sus palabras con un ademán de la cabeza que indicaba las coordenadas. Ella lo agarró al vuelo, y se paró frente a la señora de lecturas Light quien, por supuesto, cerró la novela y se bajó en la siguiente parada. Desde ese día, él resignó su don y a todos partes fue caminando, para así poder tener más paseos de la mano con ella, cruzando calles angostas. Ella se fue volviendo de a poco una canción más difícil de entonar y así, cada vez, se la iban sabiendo menos.

lunes, 14 de febrero de 2011

Peligros del silencio.

Nada interrumpía el absoluto silencio que los encarnaba.

Ella de palabras caídas, mirada quieta sostenida en algún puntito verde lejano. Vaya uno a saber qué inmensidad escondida detrás de esa diminuta lejanía que la hipnotizaba. Los brazos caídos. No rendidos, sino caídos de quien espera y se deja sorprender. Silencio de bóveda secreta, recorriéndola desde los tobillos hasta inundarle la nariz.
Callada la noche, callada la dama como en una tertulia intimista a la que no le hace falta café.

Él de ojeras peligrosas, de las que alertan largas noches de insomnio y presagian algunas más.
La cabeza sobre los hombros sólo por cuestiones anatómicas y el arco del pecho hundido como buscando el adentro más adentro. Los poros inundados de lágrimas no dichas, de otros tiempos. Los temores todos tatuados por el largo del cuello “no me dejes”; “no me lastimes”; “si bien empieza, que bien acabe”.

Una delgada línea de deseo distingue sus cuerpos. Están uno tendido junto al otro, a varios centímetros de distancia, pero parecen igual fundidos.
Sus respiraciones se han acallado, silencio.
De los párpados el pestañeo y nada más. El silencio.
Las manos rozándose en la humedad quieta, más silencio.
El peligroso silencio, lo absoluto del silencio.


Alguien les dijo que un silencio podía decir más que cualquier palabra. Y entonces se echaron a hablar…

jueves, 20 de enero de 2011

Soy.
La arena que te encalla,
el crepúsculo cayendo sobre tus manos, solamente.
Soy el pájaro enjaulado que de alpiste se contenta,
la sombra que dejaste al doblar la última esquina.

Soy.
Lo que alguna vez fue tuyo,
lo que de mío no guarda ni el nombre, eso soy.
La deriva de un galeón anacrónico en el tiempo,
las almohadas del descanso eterno suspendido,
soy la luna que te llama al ruedo irremediable.

Soy.
mis muslos pellizcados, tus botones ya salidos,
soy el magma congelado, roca estéril.
Soy “mañana se verá”, soy fisura de costilla.
Un flan sin huevo, eso soy.
A veces soy el miedo, y también soy lo no dicho.
Soy el espejo callando,
soy canalla, soy exilio.

Me dicen que soy nada,
que ni a recuerdo llego, y no soy.
No soy ahora, ni seré luego.
Soy lo inefable, lo prohibido.

De lo que fui, ya no me acuerdo.