miércoles, 26 de diciembre de 2007

Se me había retrasado Noviembre

Súbitamente el alma sacandole filo a la risa, se vuelve a dibujar.
Y alguien cree que no fue tan malo, y otro lo cree y lo dice, y el primero lo niega solamente para demostrarse que puede discernir.
Ocurrió sin que lo notemos, en ese fino tramo que nos lleva de octubre a diciembre.
Oídos necios del calendario que no oyeron la súplica cuando le pedí mi noviembre.
Porque ya nos habíamos acostumbrado a Noviembre, y hasta lo habíamos aceptado así. Irremediable. Siempre definitivo. Sorprendente. Estúpido. Innecesario. Abastecido. Despierto. Punzada. Dolor. Cosmos. Mayúsculas. Puntuación. Ave. Neblina. Ciencia. Fénix. Renacimiento.
Salía de las fauses y se evaporaba en lo inmenso que tiene una nuez. Qué delicia era verlo escurrirse entre los naranjos y las naranjas.
Siempre una patada, el puntapié inicial y el remate final desparramados sobre las mismas sábanas, destapados y sudorosos, porque para ellos era Febrero y era fiebre, también.
Pero esta vez no hubo Noviembre. Y yo no tuve otro remedio que sentirme marzo, abril, para reparar el daño, para solventar la ausencia, para recordarme viva, qué más.
Extrañé Noviembre (jamás lo hubiera creído) es cierto. Negarlo sería contribuír al desasosiego general de los posmodernos.
Recluté unas risas y algunos llantos de fechas pasadas, pero no era lo mismo.
Había algo que no estaba. Algo que siempre traía Noviembre.
Faltaba lo definitivo.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Catarsis I

Cuando de amor me rompí tres costillas, supe que no era el modo de sobrellevar la vida.
Progresé por los caminos de lo inmutable y el muro de ladrillo y me olvidé de las lágrimas y los dolores.
Aposté mi alma en una carrera de caballos que trasmitía la televisión y me la jugué con el que sabía perdedor. Fue la forma más fácil de desligarme de mi misma.
Puse barricadas sobre el puente, y coarté todas las salidas, los poros por donde vivir.
Obligada a mis propios límites, no tuve más escapatoria que hacerme hacia adentro cada vez que quise moverme.
Lastimé cada recoveco que quedaba libre y lo apresé tanto que me volví condena de mi propia existencia.
Me volví entonces, mi propio problema y mi única solución.
Cortar los lazos.. no existían.
Hola mundo, dónde estás?
Cucarachas.
Salir, salir. Auxilio. Me ahogo.
Dónde dejaste la cordura? Dónde la conciencia? Dónde el hilo que conducía lo normal?
Al principio del primer enunciado. Ahora desespero.
Fuimos una mentira que se empeñó en parecernos enterna.