Sos un pedazo mio enroscado.
Un nudo hecho desde adentro, imposible de desatar.
Sos el alboroto de un mayo que siempre es alborotado por la irremediabilidad del calendario y de la historia.
Y a veces se nos da por profanar nuestros recuerdos con esa mística arcaica de las coincidencias y los consecuentes.
Entonces comenzamos a vomitar miserias, una detrás de la otra, sin respirar, sin detenernos a mirar lo que se nos cae a cada uno. Hasta que nos ponemos metafísicos y la culpa vuelve a ser del cosmos o de Europa, pero siempre lejos, nunca en nuestros hígados, ni allí dónde para nada hay apéndice, ni siquiera en el instante ínfimo que dura el espacio entre los músculos y los tendones.
Qué ironía mal hecha, si vos estás tan ahí adentro, entramado, semiótico, atómico, anatómico, indeleble, adherido, mimético, totémicamente impuesto, ateo, pagano, amalgamado, éter.
Y qué mal explicada la ironía si no puede escaparse de la metáfora para decirte que, si vos estás tan adentro y las culpas se nos van tan por afuera es parábola y de tan paradojal podría indignarte como a mi.
Se hace difícil reanudar el paso y seguir caminando porque no vamos a volver a reirnos, al menos hasta que recordemos al consumismo y tus camisas, o al consumismo y mis fotografías, o al consumismo y las bacterias. El consumismo ya deja de ser gracioso y otra vez vomitamos.
Regurgitar por sílabas en-te-ro y jun-to peroseparado y algo queda adentro. Porque desde siempre nos dijeron que no se puede decir todo, que hay que dejar ciertas cosas inconclusas porque de allí surge el misterio y que además la completud de los enunciados es peligrosa, por eso...
Y cuando queda...
Para después...
Sé que no...
Y aunque me digan que...
Habré de...
Nos reprimimos. Nos repudiamos. Repulsivo.