miércoles, 24 de agosto de 2016

Crónica de un anuncio matado (o de cómo desdoblar el aburrimiento en la vía pública)



Sucede que a veces nos invade la agonía; el devenir acompasado de la rutina y el vacío de querer parar un poco la calesita interior en la que montamos la egolatría y el desamor propio también. Entonces damos nacimiento a la vista panorámica y surgen los otros. La aparición de un nuevo escenario nos enfrenta a desafíos que hasta entonces ni fú, ni fá.
Allí, exploradores perspicaces de un paisaje desconocido, comenzamos a tejer esa red que de incompleta nos perturba. Nos encontramos ante situaciones inconclusas… Somos incapaces de ver el todo, en principio por cuestiones humanas, limitaciones de nuestro propio ser corpóreo que en carne y hueso no logra estirar el cogote más allá de lo que le permiten las vértebras. Otras veces, es la voz interna la que nos convence de algo y deja caer un velo a través de sus palabras que esconde(nos) algo.
Este proceso de ocultamiento, de falta, de castigo a la omnipresencia puede resultar un tormento para muchos de nosotros en distintos órdenes (tal vez la clave del caos está en querer ordenar todo) de nuestra existencia.
Sin embargo, podría ser un hallazgo cuando se trata de escribir la literatura de nuestra propia vida. Esos pequeños momentos, oasis de ficción inventados que surgen de las situaciones más cotidianas y que acaban siendo pequeñas historias imaginadas, entretelones de nuestras películas internas, elixir de ese pedacito que nos habita a todos y que sueña con algún día escribir (más no sea en el aire) una historia que valga algo más que la pena.

Y así se van sucediendo las escenas a media luz. 

La inoportuna aparición de un dúo que conversa detrás de nosotros en un transporte público interrumpiendo nuestra lectura de a pie al borde de las rodillas huesudas de alguna mujer, la consecuente imposibilidad de ver sus rostros debido a la posición… Apenas sus voces resonando a nuestra espalda.

Aquel que parado a nuestro lado, esgrime algunos cortos movimientos en el corto tiempo que durará nuestra lateralidad compartida por el rojo de ese muñequito de semáforo para peatones… Ese a quien podemos apenas intuirle la fisonomía, reconstruir con la imaginación la certeza de unos gestos que desde nuestra óptica incompleta solo son movimientos en la niebla.

El rostro triste de la desconocida que atraviesa sincrónicamente la misma puerta en sentido inverso. Si tan solo supiéramos a dónde va, pero es imposible. Ella sale. Y eso aumenta las posibilidades del relato… Tal vez se trate de una huída (que seguro no será la primera); o quizás sea solo una retirada para volver después; a veces irse es estar llegando… A veces irse es cumplir lo que pactamos con nuestra alma, nada más.
Esas micropartecitasminúsculaschiquitascasinada en ocasiones explotan en poesía, son motores de la creación más genuina y a la vez más polémica de la que nos hayamos creído capaces… ¡Estamos a la vanguardia de nosotros mismos!

De pronto nos descubrimos conociendo más de lo que hubiéramos creído…
Y le inventamos al dúo que conversa en el subte un vínculo nacido de aquellas poquitas palabras que les escuchamos decir, eso que se hizo audible entre lo que Saramago venía diciendo en la novela que traemos en la mano y lo que ellos conversan: Son compañeros de trabajo. En seguida imaginamos la escena anterior, la que nos perdimos por estar en otro espacio- tiempo y decidimos (por la hora que es y la liviandad con la que charlan) que van de regreso: Sherlock Holmes nos vibra en la sangre y lo dejamos salir.
Aquí llega la parte donde comenzamos a armar los personajes y los llenamos de un montón de prejuicios que ahora no es momento de a analizar de dónde salen, ni porqué aparecen. Estamos cargando a los otros de aquello que somos o que negamos, lo sabemos, ¡pero no nos vamos a juzgar a nosotros mismos! ¡No ahora!  ¡Justo cuando empieza a aflorarnos la creatividad! En el fondo lo que estamos haciendo no es más que un juego inocente que poco dice de nuestra propia sombra… La autoexploración quedará pendiente para otro momento. Gracias.

¿Y qué hay con ese que se para a nuestro lado para cruzar? No lo vemos, convencidos de que dirigir la vista siempre hacia adelante nos mantiene unidos al porvenir, pero su sola presencia ha detenido el canturrear que traíamos. Casi por instinto nos hacemos silencio, queremos la invisibilidad ahora… Sabemos que lo que cantamos dicen más de nosotros mismos que aquello que decimos para nombrarnos. Rápidamente, comenzamos a imaginar una melodía más acorde a este momento. Debe ser el paso firme con el que se detuvo a nuestro lado, o tal vez el casi imperceptible movimiento de ese mechoncito de pelo expresando su rebeldía capilar ante el firulete de viento que acuña cada esquina, pero acabamos de imaginar una historia de amor a punto de comenzar. Buscamos entonces la canción con la que deseamos que ese no sabemos quién, ni cómo que se nos paró al lado se sienta inmediatamente identificado y no le quede más remedio que entregarse a la sincronicidad (se nos hará necesario  que este muchacho no crea en las casualidades, claramente), gire su cabeza y se deje enamorar. Mientras tanto le imaginamos no solo una cara, una sonrisa, una canción con la que se identifica sino también un gusto de helado preferido y un modo particular de entender el mundo… Respiramos aliviados de por fin haber llegado a ese mundo. Apenas tres segundos y cambiará la luz… Tendrá que ser otro día, el cuento incluye algunos tropiezos y vicisitudes antes de fundirnos en el amor y, por supuesto, la promesa tácita de que nos volveremos a encontrar.

Otra vez la mujer de cara triste que se va… ¿triste? ¡Con la cantidad de aristas posibles que tiene la tristeza ajena, sumadas a las interpretaciones propias…! ¿cómo estar seguros de que se trata de tristeza y no de una melancolía guardada por milenos que acaba de ser arrancada para siempre en un mínimo gesto que ya no existe? ¿Por qué no pensar que esa tristeza es en realidad un invento para engañar al tiempo que se le viene encima y que le ha sentenciado nunca jamás ser feliz? ¿Y si acaso ese esbozo de lo que creímos tristeza fuera el principio exacto de la mayor ira en nombre de la justicia que vaya a experimentar ese rostro?¿ Quién puede jurarnos que esa tristeza no es una sonrisa dibujada y no sea mi propia angustia la que no me deja verla?

Y volviendo a esos dos que conversan a nuestra espalda y que ya determinamos que trabajan juntos… Uno debe ser más alto que otro pero el más bajito es el jefe… Aunque no el jefe del más alto… El más alto le debe lealtad y compromiso empresarial a un tercero que aquí no nos interesa. Sin embargo, es evidente que el más bajito en la pirámide alimenticia… ¡En la pirámide organizacional! es el que se come mejor a los altos. Los devora. Sin dudas los devora, ¡Qué suerte tiene el más alto de que el bajito sea jefe de otro sector! Qué ganas debe tener el alto de volverse jefe… Si fuera jefe daría órdenes todo el tiempo, pediría explicaciones y jamás consejos.
Aquí la construcción literaria se ha lanzado al futuro en un viaje sin escala,  Huxley un poroto al lado de nuestra cabeza segundos antes de arribar a “Estación Angel Gallardo descenso por el lado izquierdo”. La hipotética escena que hemos elucubrado nos suplica un retorno a las fuentes fidedignas para no perder el hilo (no vaya a ser cosa que nos liberemos demasiado). El petiso es un pedante (para este entonces incluimos sentimientos propios en la historia) y el más alto debería ya no decirle a todo que sí, nos pone nerviosos a los lectores… Se huele la rispidez (la literatura nos permite hacer posibles acciones inverosímiles en el andar cotidiano), la cuerda se tensa… La hipótesis del envenenamiento en el café cualquier mañana de estas aparece frente a nuestros ojos y no podemos creer haber recorrido ya cuatro estaciones y no precisamente las de Vivaldi sin darnos cuenta de aquello que esa voz conversadora escondía: Esto termina mal.
Pero contra todos los pronósticos, el giro final nos sorprende... El café servido en una taza azul, el sorbo caliente para desperezar la mañana, el líquido asquerosamente modificado recorriendo el largo esófago sin prisa pero sin dudarlo. El jefe bajito que sonríe, se relame y vuelve a sonreír victorioso y jefe aún…el gigante que cae redondo al suelo, consternado.
Ninguno entiende (nosotros tampoco) pero es que claro, el veneno viene en frasco chico.

Profundo Jujuy


  "Y la esperanza de un sombrero
silbando en trigales de luz"


















Si por ejemplo una mañana
la tibieza de tus soles me despierta
y logro ver entre lo amable de tu suelo
un sacudir de estepa árida.
 Y desde lejos lanza un cóndor 
su figura y se avalanza
acariciando las hojas
carnosamente húmedas de mi nacimiento.

Veré llegar cardones a mi orilla rioplatense,
endiablados ademanes que arcillan cada canción,
vibrará la cuerda de una caja resonando
en los anales del primer carnaval.

Veré caer todo el vino y el cedrón enamorados.
La compañía exacta del que se fue y partió 
con su canto trashumante.
Oiré a la Pacha bendecirnos Hijos y demoler al traidor.

Si por ejemplo una tarde
la lluvia me hunde alto los pies
en el barro profundo de tu cerro
y me nacen raíces de sauce.
Si más temprano que tarde 
un vaivén de mil siluetas
se posa inquieto en mis ideas
hasta ganarse silencio...

Es que la risa se ha vuelto tierra fértil
y de poemas se llenó la Luna
Es que Jujuy se me hizo río
es que la piel se me hizo puna.

miércoles, 29 de junio de 2016

120



Deambulaba el tiempo como queriendo encontrarme.
En el absoluto silencio que pregonan las bocas cerradas,
yo escuchaba un murmullo de verdades que aún no se desempolvaban.

Trazaba la historia un pequeño paréntesis en el que cómodamente pude sostener mis viejos zapatos durante ratos más largos que los que aconseja la ortopedia.
La ignorancia puede ser un arma peligrosa sobretodo cuando es ella la que mide los minutos.
¿Hasta cuándo?
 “Nunca Más” se oyó la primera voz que se animaba a responderme en rebeldía.

Y aparecieron las preguntas, quijotes galopando hacia los molinos de mi curiosidad recién levantada.
Y se lanzaron los interrogantes en vuelo sincero
quitándome los zapatos viejos,
los acomodados paréntesis,
los absolutos silencios de las bocas absolutas.


Me percibí doloroso, perdido, amargo, solitario en mi andar de nueva historia.
Sobre la tormenta directa que significa cargar la tortura en los agujeros biográficos,
Me ví.

Y entonces como la luz del nuevo día, también vi llegar el renacimiento de mi propia voz.

Me envolví en las banderas,
Me abracé a mis abuelas nuevas que me hablaban del amor y de la lucha como una misma cosa.
Me dejé acariciar la vida , los dolores y otra vez la vida por sus manos infinitas.
Me hice libre como fruto de mi identidad.

Me ví.
Descalzo, recién nacido.

miércoles, 22 de junio de 2016

Algo sobre la vuelta.

Desandarnos una, cien veces. 
Las que sean necesarias. Sin contarlas. 
Porque hay un río de miedo en cada cálculo 
al que no vamos a regalarle nuestros pies esta vez.
 
Sucedernos, casi como si fuera inevitable,
 entre lo indecible y la palabra. 
Quedarnos allí, en ese silencio absorto de vocales con- sonantes.
 
 La noche me silba y yo me entrego. 
Aún no aprendo, no quiero aprender, cómo se niega una melodía. 
¡Las quiero todas! 
quiero llenarme de ellas hasta el último relato que me contenga.
 
Masticarme las esquinas para reafirmar los bordes, 
lo limítrofe real entre mis propios dientes. 
Al fin resulto cuerpo!
 
En este ahora que antes nos quiso ver muertos 
voy a sacudir cada espacio que negué para traerlo a la vida.

Abril 2016

Sobre las cáscaras de verano se va siendo. (Breve reflexión hacia la nada en 27º C)

A veces, la palabra no nos alcanza. 
Porque no basta con nombrarnos vivos para estarlo. 
Ni siquiera respirar parece ser un indicio indiscutible a riesgo de iniciar con esto un debate ético que nos conduzca a re-pensar la medicina moderna y la poesía. 
Estar vivo parece ser algo bastante menos tangible (sin menospreciar la pertenencia material al Mundo de las Cosas) y sobre todo mucho menos racional de lo que por años creímos.
Estar vivo es pincharse la cara con la pelusa imperceptible del durazno y que te duela aunque no la veas. 
Estar vivo es ese instante... 
No el dolor, ni la pelusa, ni lo que se diga del durazno... Es ese instante! 
Y es entonces también el dolor y la pelusa aunque eso implique la caída de los grandes relatos sobre el durazno.
Estar vivo es dudar las ganas de hacer algo y hacerlo igual, porque hay un recuerdo de otra vida que te avisa que más allá de lo que vos crees tus verdaderas ganas, hay un futuro esperandote peinadito para sorprenderte, preparado para atravesarte un nivel más en este asunto de vivirse.
Estar vivo es poner a jugar la palabra aunque no alcance.
Es descreer de los humanos y ofrecernos en brazos sinceros de todas formas; es angustiarse hasta la existencia en nombre de la exigencia y luego soltar (que entregarse no es perderse y mucho menos abandonarse).
Y es que no sé si nacemos vivos... más bien vamos haciendonos la vida.
 Entonces allá nos andamos a los porrazos y a los abrazos con los otros vivientes que, tiempo antes o después, también se habrán de preguntar por sus pelusas.

Diciembre 2015

Resignificación del Espejo

Si empezara por encontrar las palabras,
acaso perdería la búsqueda que antescede.

Y no viviría el mareo existencial
de reconocer quién soy antes de decirme.

Que primero hay que saber que nombrarse
No es, ni debe ser, hacer sentencia
Y nombrarse sanamente es de las decisiones felices.

Las huellas que me encarnan
Son fotogramas del camino.
Las llevo como Bertolt al ladrillo
Para mostrar cómo era su casa.

Así me recuerdo, me abrazo,
Me perdono si es preciso y me lanzo
Amorosamente al presente de palabras y sentires.

Para eso está el espejo.

Febrero 2015

Bien- venida

Un arcoiris naciente
marcándome la unión y la distancia
desde donde obtengo mi lazo con el mundo.

Un atardecer pacífico de horas y días completos
allí en el centro de la liviana gravedad que meciendo me envuelve.

El nacimiento de una guerrera
Que respira en naranja.

Un portal abierto de noble roca
Me permite ver el fluir necesario
Del cristal líquido que se entrega y recibe.
Allí hay lugar para todo el Universo.
Transcurrimos.

Un revuelo de golondrinas en el espacio entre lo que digo y lo que siento.
Caminantes sonoros me visitan.
Huéspedes felices en eterno paso lúdico.

La mirada sincera de todos los ojos que me habitan.
¡Ya me veo! Soy el pájaro desplegando sus alas
Que acepta su Ser en el infinito.

Y una luminosa caricia vitalizando desde mis raíces, cada milenio de mi voz,
Cada paso crujiente de ocasos y amaneceres,
El momento exacto en que me nombro y soy...
Alumbra mi futuro de más caricias lumínicas
Y hacia entonces camino.

No es que me haya ido,
Más bien sucede que me estoy llegando.

Enero 2015